lunes, 24 de septiembre de 2007

Alicia y el gato de Cheshire


Me despierto con el ruido de la calle, no recuerdo haber escuchado el despertador, pero el reloj frente a mi sonríe como el gato de Cheshire ante mi atraso de una hora. Aletargado y con una prisa bofa me levanto de la cama, la combinación de colores y el peinado decido resérvalos para otro día, mientras voy realizando el mapa mental de las calles menos congestionadas para llegar a tiempo a mi trabajo. Bajo corriendo las escaleras y me preparo un café (iniciar la jornada sin cafeína sería un pecado mortal), pero al primer sorbo de esta sagrada bebida me quemo la lengua, maldita sea el lunes, maldito despertador.


Ya arriba de mi vehículo, trato de pasar raudo las olas e ir esquivando peatones suicidas, ciclistas y colectivos psicópatas. En una intersección un individuo me hostiga con su claxon, que se ha creído??, yo llevo preferencia!!, así que simplemente lo ignoro, veo al retrovisor y me sigue pitando, se cambia de carril y me empieza a gritar, yo no entiendo ni un carajo que es lo que quiere decirme, dudo en bajarme para explicarle al susodicho las normas de transito o seguir mi camino hacia adelante, pero la voz en mi mente me indica continuar.

Llego por fin con 120 minutos de atraso intolerables, aunque mi pulso comienza agitarse muchísimo antes de iniciar la jornada, maldita sea el lunes, maldito despertador. Enciendo la computadora e introduzco mi contraseña, pero esta bloqueada, alguien quiso entrar a mi cuenta sin mi permiso y me ha arruinado 30 valiosos minutos que es lo que se tarda restablecerla de nuevo, definitivamente hoy no ha sido día.

Después en mi pequeñísimamente infinito momento de calma, empiezo a notarme algo cansado, sigo con gripa y la boca la tengo decorada por millones de molestas aftas. No recuerdo haberme tomado una cápsula para el dolor, tal vez a la hora de la comida tenga un poco tiempo. Sin embargo también recuerdo que ayer espere oír tú voz en una llamada prometida que jamás apareció, que ayer en la noche me postre a mirar el cielo recordando tú mirada que egoístamente me niegas a contemplarla, jaja, maldita sea el lunes, maldito despertador, pero más malditas sean estas ganas iracundas que persisten en conservar tú recuerdo a mi lado, es mejor ponerme a trabajar ya.

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